Cuantas veces se lo habremos oído decir a nuestras madres, nuestras abuelas…. y es que antes se aprovechaba todo, no como ahora, en el que el desperdicio alimentario se ha convertido en un problema a nivel global.
“AQUÍ NO SE TIRA NADA,
ALIMENTOS CON SIETE VIDAS”
Este es el lema elegido por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, a través de la marca Alimentos de España, y que da continuidad a la campaña lanzada el pasado año para sumar fuerzas en la lucha contra el desperdicio alimentario y la promoción de un consumo más responsable. Esta nueva campaña apela al orgullo por nuestros productos, al valor del trabajo de toda la cadena y a la creatividad para sacar todo el partido a los alimentos.
INJUSTO E INSOSTENIBLE
Si tenemos en cuenta que un tercio de los alimentos que se producen no llega a consumirse y que aproximadamente 735 millones de personas se encuentran en estado de hambre crónica, nos situamos ante un problema económico, social y de sostenibilidad de proporciones alarmantes a nivel global y que nos afecta a todos.
Según el Informe sobre el Índice de Desperdicio de Alimentos de 2024 de la ONU, en 2022 en el mundo se perdieron 1.050 millones de toneladas de alimentos entre la cadena minorista y los consumidores finales (hogares, restaurantes, comedores de hospitales, colegios…), lo que supone una quinta parte, el 19%, de los alimentos que se producen. A esto hay que añadir el 13% que se desperdicia en la cadena de suministro, según estimaciones de la FAO. Las tasas más altas de desperdicio se sitúan en el 40–50 % para tubérculos, frutas y hortalizas; 35 % para pescado; 30 % para cereales, y 20 % para semillas. En España las frutas fueron las principales protagonistas (datos de 2022).
Se desperdicia casi un 30% de los alimentos que se producen, pero cada día mueren de hambre 40.000 personas, el desperdicio de alimentos de hoy en día, sería suficiente para alimentar a 800 millones de personas hambrientas en todo el mundo.
ESTO NI ES JUSTO NI ES SOSTENIBLE.
UN PROBLEMA GLOBAL
El problema de la pérdida de alimentos nos afecta a todos, tanto a países de ingresos altos y medios como a países en desarrollo, aunque de forma diferente. En éstos últimos las causas se deben fundamentalmente a limitaciones técnicas y de gestión de cosechas, almacenamiento, refrigeración, transporte, etc., en los que el fortalecimiento de la cadena de suministro y la mejora de las infraestructuras contribuirían notablemente a reducir el desperdicio alimentario. En los países más ricos las pérdidas se producen fundamentalmente en las últimas etapas de la cadena de suministro, a nivel minorista y a consecuencia de malas praxis por parte del consumidor final.
Y aunque todos estamos inmersos en el problema las cifras no son las mismas, tanto los países industrializados como los países en desarrollo desperdician aproximadamente la misma cantidad de alimentos: 670 y 630 millones de toneladas, respectivamente, pero el desperdicio per cápita de alimentos por consumidor es diferente, de 95 a 115 kg/año en Europa y América del Norte, mientras que en el África subsahariana y en Asia meridional y sudoriental esta cifra representa solo de 6 a 11 kg/año. Por otro lado, también hay que tener en cuenta que la producción per cápita total para el consumo humano es de unos 900 kg. en los países ricos, casi el doble de los 460 kg producidos en las regiones más pobres.
En España, se desperdician anualmente unos 1.170 millones de kilos de alimentos, una media de 65 kilos por persona.
¿PORQUÉ SE PRODUCE ESTE DESPILFARRO?
Ya desde el origen, en el centro productor, se desechan todos aquellos vegetales que no tengan una imagen inmaculada para su venta, y aunque sí se aprovecha parte para zumos o purés, se dejan sin recoger grandes cantidades de alimentos que ni tan siquiera se tienen en cuenta a la hora de contabilizar las mermas, ya que este desperdicio no se considera como tal porque son productos que no han llegado a la cadena alimentaria.
Una vez que el producto empieza su camino por la cadena alimentaria y hasta que llega a los supermercados pasa por una serie de fases y en un mundo globalizado a través de miles de kilómetros: empaquetado, etiquetado, transporte... procesos en los que siguen sucumbiendo muchos productos, bien por fallos de gestión, refrigeración, distribución, o bien, por las normas de calidad impuestas por productores, minoristas o mercados destinatarios, en cuanto al aspecto, peso o tamaño. Y en los supermercados se desechan todos aquellos productos cuya fecha de consumo preferente esté próxima, aunque esto no significa que no pueda consumirse.
MODELO INSOSTENIBLE
A la pérdida de recursos económicos y a la injusticia social que generan el desperdicio y las pérdidas alimentarias hay que sumar el impacto negativo que supone para el medio ambiente por el uso que se hace de la tierra, del agua y de la energía sin ningún beneficio. Una menor pérdida y desperdicio de alimentos conduciría a un uso más eficiente de la tierra y a una mejor gestión de los recursos hídricos y energéticos, lo que tendría un impacto positivo en el cambio climático y en los medios de vida.
Nuestro modelo agroalimentario se caracteriza por una utilización masiva de agua, además la producción, transporte y manipulación de alimentos emiten gran cantidad de gases con efecto invernadero, estimándose que genera entre el 8 y el 10%, parte de dichas emisiones y consumo de agua corresponden a alimentos que se pierden y que nos podríamos ahorrar. Y no solo eso, el uso voraz de la tierra, para cultivos y pastos, contribuye a la deforestación de grandes áreas a escala planetaria, muchos ecosistemas son devastados, el 28% de la superficie cultivada estaría dedicada a producir alimentos que tiramos. Por todo ello hablamos de un modelo agroalimentario insostenible.
Puedes leer el artículo completo en la edición en papel de la revista HACHEPOSITIVO disponible en los puntos de reparto habituales.