Todo ser que se incorpora a la vida, desde la primera décima de segundo de la propia concepción, sea esta corta o larga, racional o irracional, está supeditada a la actividad del desarrollo físico y mental, desarrolla las cualidades innatas a su especie en sus primeras etapas, intensifica la adquisición de otras nuevas en sus primeros años y de mejora-realización en su evolución constante hasta el fin de sus días. Estas etapas no son cerradas en el tiempo y por tanto el aprendizaje y la ejecución de nuestro conocimiento, destreza y habilidades no están limitadas en el tiempo, se mezclan, evolucionan, se refuerzan y se realizan entremezclándose: aprendemos, enseñamos y realizamos actividades que nos reportan tres básicas necesidades: alimento, salud y placer. Si renunciamos a solo uno de estos objetivos rompemos el axioma de vida, que es actividad; seremos un vegetal, sin consciencia o estaremos muertos
El objetivo del ser humano es vivir con la consciencia de vivir, de sentirse qué forma parte e interactúa en un mundo concreto, real, incluso por pequeño o aislado que esté. La actividad permite a las personas realizar su potencial de bienestar físico, social y mental a lo largo de todo su ciclo vital, mientras participan en la sociedad de acuerdo con sus necesidades, deseos y capacidades. La actividad es el motor de la existencia y la evolución, el axioma del ser. Descartes ya nos diferenció del resto de criaturas: pienso, luego existo.
La cuestión que me planteo, ¿debo dejar de pensar, debo pararme, abandonar, pasar a ser masa de un colectivo objeto del marketing de consumo, una fuerza de decisión que se embauca con el ocio?, incluso se nos toma como prestamistas y avalistas de las generaciones futuras. Me resisto, la dignidad de nuestra mayoría de edad está en no abandonarse, nuestra actividad no debe parar, debe adecuarse en primer término a nuestra capacidad de resistencia física y de salud, pero debemos poner en valor nuestras capacidades cognoscitivas y de conocimiento teórico y empírico.
Todos tenemos cualidades y capacidad para seguir aportando conocimiento o aprender y sobre todo, a expresar y realizar aquellas “actividades ocultas” que relegábamos como incapacidades para la subsistencia económica de esta voraz y competitiva sociedad, que a su vez nos servían de relax y salud mental.
Es tiempo de poner en valor nuestro conocimiento transversal, nuestros deseos y aficiones, mantener la actividad con compromiso, ética y respeto; pero sin responsabilidad. Debe permitírseme practicar deporte ajustado a mis condiciones físicas, facilidad para acceder a la universidad no como gueto para adultos, sino como fuente de conocimiento e interacción con las generaciones futuras, desafinar con mi guitarra, escribir mis experiencias vitales, manchar lienzos: esto en el peor de los casos. Hechos que la historia desmiente y nos proyecta personas que con una avanzada edad, asesoran en decisiones críticas, realizan obras únicas y de alto valor artístico, social, humano y mental. Y qué duda cabe “no hacer nada” la contemplación de la vida desde el punto de vista de la experiencia, del recuerdo y la memoria; es hacer. La contemplación nos lleva a reconocernos a reflexionar sobre nuestra actitud y aptitud frente a los demás, San Isidoro de Sevilla nos dice; la contemplación tiene que entrenarse antes que al estado de la vida activa. *Mens sana in corpore sano, Sátira X de Juvenal
*Nota: interpretar desde su origen latino
Recientemente Jesús Castro (1950) expuso en la sala del Arco Santa María una muestra de sus obras pictóricas alcanzando una excelente acogida de público y empatía hacia su obra, incluso se realizó una reunión de Silencio en Circulo, dado que sus obras ayudan a reflexionar, abstraen en la contemplación, inducen a buen sentir, estimulan la motivación.. hay que reconocer que el primer beneficiado ha sido él mismo.
Jesús Castro tenía como actividad principal y de subsistencia un comercio de la ciudad, o sea dieciséis horas diarias de trabajo y poco tiempo libre. Desde joven tenía una cualidad innata, que utilizaba como válvula de escape a la tensión del día a día. Cuando llegó el momento, liberó su inquietud y parte del tiempo que anteriormente era ocupado por el negocio, lo destino a su actividad oculta: crear atmósferas que van más allá de lo visual, como el título de su exposición “La visibilidad de lo Invisible”. Su actividad lo mantiene más vital, en constante sensación de vivir, comunicar y sentirse útil sin la presión del hoy ni del mañana. Escribe la página de cada día con la sensación de haber vivido.
Les puedo reseñar muchas personas que se mantienen activas pasada la edad laboral y que están inmersas en actividades alejadas de su profesión reportándoles salud física y mental. Las más próximas y con las que interactúo en ocasiones: Amparo Castellanos, farmacéutica; pintora, José Antonio Marticorena, militar; acuarelista, Gerardo Ibáñez, inspector de policía; pintor, Fernando Ortega, linotipista; escritor, Carmen Cuesta, administrativo; pintora, Mercedes Ortega, Ingeniera obras públicas; escritora, Inmaculada Iglesias, química; runner´s, Ricardo Ruiz, periodista; poeta, Jesús Mº G Gandia, empleado de la Caja; pintor…etc.
La actividad es la verdad irrefutable de la vida, la dignidad y del progreso.