Enfermero de diálisis en el HUBU y responsable de hospitalización del equipo START. Blog: elenfermeroqueviajasinbotiquin.com
He tenido la fortuna de pedalear por las 10 islas más grandes del Mediterráneo, que ordenadas de mayor a menor son: Sicilia, Cerdeña, Chipre, Córcega, Creta, Eubea, Mallorca, Lesbos, Rodas y Quíos. Dado que mi familia materna proviene de Badajoz, debo decir que el paisaje de todas ella me resulta “extremeñamente familiar”, si bien cada una posee características únicas que las diferencian y las hacen merecedoras de una visita detallada.
Sicilia
Es la mayor de todas, y un destino obligado para los amantes del arte. En el norte el estilo árabe-normando presente en Palermo, Monreale y Cefalú, en Agrigento y Siracusa los templos griegos y en el valle de Noto las ciudades barrocas de Catania, Módica, Ragusa y Scicli, dejaron en mi mente un recuerdo indeleble. No es de extrañar que Steven Spielberg haya decidido rodar su último Indiana Jones en la llamada desde la antigüedad Magna Grecia. Por otra parte, Julio Verne hizo emerger a sus viajeros al centro de la Tierra por el volcán Etna, siempre activo y visible desde Catania, la capital.
Cerdeña
De esta isla destacaría dos ciudades: Alguero, con influencias catalano-aragonesas, y la monumental Cagliari. Cuatro siglos de presencia española pesan mucho. En sus murallas una inscripción recuerda que un joven soldado partió desde aquí para luchar contra los turcos; se llamaba Miguel de Cervantes.
Córcega
Posee una naturaleza portentosa. La escarpada costa norte de Cap de Corse me trajo recuerdos de su famoso rally en el interior de la isla el sendero GR-20 es considerado uno de los más bellos y duros de toda Europa. Nunca olvidaré la noche que le tuve que disputar el dormidero a dos jabalíes testarudos.
Chipre
Es un territorio conflictivo. La semana que tardé en rodearla en bicicleta pedaleé por territorio chipriota perteneciente a la UE, por la Línea Verde de Naciones Unidas, por la República Turca Norte de Chipre y por 2 bases militares de soberanía británica. Tan sólo Tierra Santa puede comparársele en número de fronteras, check-points y rencores acumulados. Famagusta sobrepasaba en riquezas a Constantinopla y Venecia, y su mezquita es el reverso de nuestra catedral de Córdoba; antiguo templo cristiano, en él se coronaban a los reyes de Jerusalén. Por cierto que una noche dormí en la playa en la que nació la mismísima Afrodita.
Mallorca
Rrodeé la isla sobre una bicicleta de paseo alquilada, causando asombro entre los cientos de ciclistas que llegados de otros países entrenaban con sus ligeras máquinas de carbono por los altos de la Tramontana. Eso sí, en ningún otro viaje me ha resultado tan difícil encontrar lugares de acampada libre; el metro cuadrado se cotiza caro en la perla majórica.
Islas griegas
A Eubea entré cruzando un puente sin percatarme de que abandonaba el continente; posteriormente salí en ferry. Los yacimientos y museos de Creta muestran el buen hacer de civilizaciones arcaicas. Jamás he encontrado murallas defensivas tan impresionantes como las de Rodas, ni un coloso más ausente. En Quíos visité un lugar de culto a la diosa Cibeles, antigua deidad de origen frigio, y finalmente Lesbos me deparó una de cal y otra de arena. Hallé el nirvana cicloturista en la remota ermita de San Ermógenes, donde pasé una de las noches más mágicas que he vivido en mis viajes, pero también me llevé la imagen más triste que recuerdo en forma de viejas prendas de vestir colgadas de las ramas de los árboles en lo que parecían restos de un naufragio.