Educadora Social. Especialista en Violencia de Género y en Orientación Sociolaboral. Mediadora Familiar, Civil y Mercantil.
Leí en Los Lunares de mi Piel que hay que aprender a perdonar para seguir y sanar para poder vivir.
No es fácil, aunque no lo parezca eso también se trabaja. No para los demás, sino sanar para ti, te lo debes. Uno no nace sabiendo aceptar y perdonar a otros de repente. Como si nada pasara. Es un acto de generosidad que va creciendo en ti poco a poco. Con el paso de los años y de los daños. Lo típico de “perdono, pero no olvido” ha creado tanto rencor, que son muy pocos los que saben soltar. Y son muy pocos los que saben vivir con el corazón pleno y el alma lleno de espacios limpios que dejen cabida a todo lo bueno que está por venir.
Las cosas buenas llegan, no dejes que se vayan por no tener espacio para quedarse dentro de ti.
Perdonar es un acto de generosidad y es necesario para sanar. A veces, ya no únicamente perdonar a otra persona, sino perdonarnos a nosotras y nosotros mismos por cómo nos comportamos, por aquello que dijimos, por lo que hicimos, o incluso por lo que nunca hicimos o dijimos.
La Real Academia Española en su diccionario define la palabra perdonar como “dicho de quien ha sido perjudicado por ello: remitir la deuda, ofensa, falta, delito u otra cosa”. Y sanar lo define como “restituir a alguien de la salud que había perdido”. Pero posiblemente sea algo más interno que todo eso, posiblemente perdonar para sanar sea algo más interno que salga de las entrañas, que cure el alma y la salud mental.
El perdón es una acción, no es simplemente decir que (te) has perdonado, es necesario que tenga una intención consciente de hacer lo necesario para perdonar. Esto conlleva a limitar todo sentimiento de sufrimiento innecesario para ti mismo y para la otra persona.
El perdón también debe conllevar un acto de aceptación. Es algo que pasó, aunque no quisiéramos que sucediera, pero es algo que queda en el pasado y ya no podemos cambiar. Podemos aprender de ello, pero no lo vamos a cambiar. Por tanto, en este preciso momento solo podemos aceptar que sucedió y que aquí y ahora (en el presente) estamos sanando y mejorando la situación, dejando atrás las emociones que todo ello nos produce y nos hacen daño.
Aunque no lo creas, no perdonar es uno de los mayores obstáculos para la paz mental. El perdón tiene un gran poder en nuestra vida y puede afectar de manera negativa en tu propio desarrollo emocional al mantener estos sentimientos que no favorecen a tu proceso.
Es tremendamente necesario aprender a perdonar, sobre todo a perdonarnos a nosotras y nosotros mismos para poder seguir sin dolor, ni resentimiento, ni deuda. Al final de cuentas te estás haciendo daño a ti mismo. El perdón no tiene nada que ver con la otra persona, ni con la situación que te ha producido ese malestar, tiene que ver contigo como individuo. El perdón es un regalo incomparable que te das a ti mismo. Si nos fijamos en los niños y las niñas, en su conducta, son capaces de perdonarse y seguir jugando. Y de perdonarse de verdad, como acción, sin rencor.
El perdón es un trabajo interno y necesario. No tiene nada que ver con la persona o la situación que lastimó, que es totalmente comprensible que hiciese sentir así, pero el perdón se trata únicamente del interior. Para perdonar, hay que estar dispuesto a sumergirnos en nuestro interior para hacer cambios conscientes acerca de lo que pensamos o de las creencias que tenemos acerca de una persona o una situación, y aceptar nuevas formas de pensar para reclamar el poder de expresarnos y expresar nuestra esencia.
No sé cómo te estás sintiendo leyendo estas líneas, pero si te estoy removiendo algo y crees que necesitas perdonar, puede que estés pensando: vale, bien, quiero perdonar, necesito perdonar pero… ¿cómo puedo hacerlo?
Pues has llegado al momento de la acción, voy a comentarte un ejercicio práctico que quizá te puedan servir. Puedes hacerlo hablando con una persona o escribiendo en un papel:
1. Identifica a la persona o la situación. Seguramente no tengas una única persona o situación, así que te aconsejo que empieces por la más fácil y así coges práctica y adquieres confianza para hacerlo con algo o alguien que te cueste más trabajo. Puedes indicar a todas las personas o situaciones que necesitas perdonar, y de ahí seleccionar una.
2. Expresa y acepta tus sentimientos.
Identifica y expresa de manera honesta cuáles fueron y son los sentimientos hacia esa persona o situación. Repasa o relee lo que has indicado e intenta ser realista y analizarlo de manera objetiva.
3. Busca los motivos del acto.
Piensa e la persona o situación y pregúntate qué limitaciones emocionales llevaron a esa persona (o a ti) a hacer o comportarse de la forma en que lo hizo. Es aquí donde es muy importante ser comprensivo y compasivo, sin necesidad de justificar el acto.
4. Piensa en aquello que puedes agradecerle.
Seguramente a esa persona o acto tengas algo que agradecerle, piensa en ello y exprésalo.
5. Escribe o comenta aquello por lo que quieres perdonar.
Tómate tu tiempo para detallarlo.
6. Escribe qué has aprendido de ese vínculo.
¿Has aprendido algo gracias a tu relación con esa persona?
7. Libérate.
Ésta puede ser la parte más complicada, date tiempo. Empieza a perdonar, el perdón no vendrá en un chasquido de dedos la primera vez que hagas el ejercicio, pero poco a poco podrás irte librando de todas las emociones que te ha ido produciendo la situación. Es importante tomar consciencia.
Es necesario tener en cuenta que el perdón lleva tiempo, no hay que presionarse. Perdonar lleva consigo un proceso de asimilar todo aquello que la persona, el acto o la situación nos hizo, y debemos respetar ese tiempo personal.
También es importante tener en cuenta que el perdón no tiene por qué suponer un proceso de reconciliación con la persona que nos ofende, sino que es un proceso de liberación personal, es dejar ir todas esas emociones que nos ha producido.
Y, llegados a este punto, en este momento de reflexión y paz personal, solo puedo decir a todas las personas que habéis pasado por mi vida, gracias. A quienes ya no, gracias. A quienes hicisteis daño, gracias por los aprendizajes. A quienes yo hice daño, lo siento. Os deseo todo lo mejor a todos, a todas. No guardo rencor ni deseo el mal a nadie. Bastante tenemos ya todo el mundo con lo que tenemos.
Aceptar, sanar y pasar página sin odiar. Tan fácil y complicado como eso. Tan necesario. Porque, recuerda, perdonar es un acto de amor propio.