Desde la perspectiva de la neuropsicología, el enamoramiento y una fecha emblemática como lo es el 14 de febrero, Día del Amor y la Amistad o de San Valentín, se relacionan en un sentimiento en el que normalmente el corazón y la razón no se llevan del todo bien..
Muchas historias de la mitología universal nos hablan de amantes atrapados en una ola de pasión y violencia como, recordemos en un breve repaso, las historias de Orfeo que bajó al inframundo para rescatar a Eurídice, o Adonis, el amante de Afrodita asesinado por Ares en un ataque de celos; la diosa Dafne convertida en un laurel para poder escapar de la locura de Apolo, que juró que las hojas de laurel serían su símbolo y coronarían la cabeza de los grandes artistas y atletas; Penélope y Ulises, separados cuando él fue convocado por Agamenón para luchar en Troya; la princesa Iztaccíhuatl y el guerrero Popocatépetl, que lucharon por un amor imposible y que después de su muerte, para que nadie volviera a separarlos, fueron convertidos en una montaña conocida como la montaña de la Mujer Dormida, o la leyenda china de los amantes mariposa, son solo un ejemplo de que enamorarse a menudo, se convierte en una actividad de riesgo.
La poesía también define los sentimientos desde todos los ángulos, con palabras bellísimas y con infinitos matices, pero la bioquímica, con palabras quizás menos seductoras, tiene la clave, y aunque los más románticos se resistan a aceptar una explicación química del amor, desde el punto de vista biológico, las reacciones químicas que se esconden detrás del enamoramiento implican una cascada de procesos fisiológicos en los que se segregan hormonas y otras sustancias que se producen en el Sistema nervioso, o que segregan las glándulas, y viajan por la sangre para participar en esa comunicación entre los órganos y las células.
En el enamoramiento es frecuente sentir ese deseo irresistible de estar en contacto con la persona amada, que en algunos casos puede llevarnos a situaciones extremas como abandonar tu carrera, tu familia, mudarse de ciudad o país…todos conocemos, o hemos vivido alguna de esas historias “…no dormía, no comía, no me podía concentrar, sentía que con algo que me dijera podía elevarme hasta la cima, o si en algo me desaprobaba, me podía destruir”. Esto demuestra lo vulnerables que podemos llegar a ser en ese proceso de idealización …no cabe duda de que el cerebro enamorado parece "enloquecer".
Pero todo no son malas noticias, según la ciencia, no podríamos estar enamorados más allá de cierto tiempo, eso es solo el principio del viaje, con el tiempo esta etapa se va transformando, se desmitifica a la persona amada, aparece la realidad, con sus virtudes y sus defectos y aprendemos a vivir con ellos.
Sexo, romance y apego son las tres formas de amor que experimenta el cerebro y las redes neuronales y las hormonas implicadas son distintas para cada sentimiento.
El verdadero enamoramiento parece ser que sobreviene cuando se produce en el cerebro una molécula orgánica, la Fenil-Etil-Amina (FEA) que provoca un estado de felicidad y euforia que se manifiesta en el cerebro enamorado y es conocida como la “molécula del amor”, se trata de un estimulante natural, similar a una anfetamina.
La secreción de FEA inicia una cadena de reacciones en el cerebro. El efecto primario de la FEA es estimular la secreción de dopamina, un neurotransmisor que tiene el efecto de hacernos sentir bien, relajados, y es el responsable de los mecanismos de refuerzo del cerebro. Curiosamente, es el mismo neurotransmisor que se activa con los juegos de azar y con las drogas. Tanto en el amor como con la droga, cuando la dopamina desaparece aparecen el mono, la tristeza y la obsesión.
La serotonina está relacionada con la corteza prefrontal, que tiene entre sus funciones el control de las acciones y las capacidades cognitivas. Se encarga de generar la sensación de tranquilidad y control. Durante la primera etapa del enamoramiento, este neurotransmisor disminuye su producción, eso provoca que la persona se sienta más alterada y agitada, y que tome decisiones un poco más irracionales de las que tomaría normalmente.
La estimulación del Sistema nervioso simpático, aumenta la liberación de dos neurotransmisores: adrenalina y noradrenalina. La adrenalina incrementa la presión sanguínea, acelera el ritmo cardíaco, se activan las glándulas sudoríparas y hace que respiremos más profundamente, oxigenando más el cuerpo, generando una sensación que nos hace “flotar”. Incluso, la sensación de “mariposas en el estómago”, al parecer, está relacionada con la vasoconstricción en el tracto gastrointestinal.
Ciertamente, no es una explicación muy romántica, pero eso no es todo…
Si durante la primera etapa todo va bien, se crean asociaciones positivas con la pareja, hay un aumento en los niveles de dos hormonas: oxitocina y vasopresina.
La oxitocina es la «hormona del cariño», tiene un papel principal, tanto entre las parejas como entre las madres y los padres con sus bebés y permite crear el vínculo emocional a largo plazo, dando una sensación de bienestar y seguridad.
La vasopresina, se encuentra en grandes cantidades en todos los animales de comportamiento monogámico, por lo que también es conocida como la “hormona monogámica” Quién sabe si algún día las compañías farmacéuticas nos brinden una nueva solución en grageas para los maridos o las esposas infieles…
Pero si en este momento, usted, se encuentra inmerso en una ruptura de pareja, en esta dolorosa fase, recuerde que el chocolate contiene altos niveles de feniletilamina y darse una pequeña alegría y consumirlo le será de gran ayuda para que la ruptura o el desenamoramiento, tome un camino menos amargo.