Director Centro Residencial
Jardín-Tardajos
Comprar por Internet, hacer una transferencia, pedir cita con su médico, almacenar un documento en la nube… Para algunos, forma parte de su vida cotidiana, pero hay diversos grupos de población que no pueden acceder a los medios digitales igual que el resto, y estas gestiones cotidianas suponen para ellos una utopía al no disponer ni de los dispositivos necesarios, ni de las competencias básicas para hacerlo.
Esta desigualdad en cuanto al acceso, uso e impacto de las Nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), se conoce como brecha digital, una cuestión que tiene que ver con algunas circunstancias como vivir en zonas aisladas y con poca cobertura para acceder a Internet, con el nivel formativo, el hecho de padecer una discapacidad, el género o la situación económica.
Pero aquí nos interesa otro de los elementos que lo condiciona: la edad. La población más envejecida, que ha llegado algo más tarde al cambio y, por tanto, no ha recibido ningún tipo de formación en competencias digitales hace de las personas mayores, uno de los perfiles más vulnerables a la brecha digital. Al contrario que las generaciones más jóvenes que han nacido con internet y son ‘nativos digitales’, 9 de cada 10 mayores de 65 años no cuentan con habilidades digitales avanzadas y a menudo se quedan atrás, sin posibilidad de acceso a las mismas herramientas y recursos, una brecha que se acrecienta todavía más si a este factor de la edad unimos las desigualdades económicas y geográficas.
Algunas de las dificultades de acceso y formación que tienen las personas mayores para el uso de las nuevas tecnologías tienen que ver con disminuciones funcionales como la pérdida de la visión o de sus habilidades motrices que unido a los escasos conocimientos para manejarse en entornos digitales, hace que el uso de las nuevas tecnologías y de internet, les resulte muy complicado. Es evidente que no se tienen en cuenta las características específicas de esta población. No obstante, esta serie de limitaciones no tienen edad, puesto que hay muchos niños y jóvenes con dificultades visuales, auditivas, motoras, etc., por lo que estos medios, deben adaptarse a cualquier tipo de personas con sus limitaciones y dificultades, independientemente de la edad que tengan.
Como ejemplos, el cambio de modelo de las entidades bancarias lleva ya unos años de recorrido y la consecuencia directa ha sido el cierre de oficinas que está afectando especialmente a las zonas rurales, donde muchos pueblos han asistido ya a la desaparición de su única sucursal. El impulso del modelo digital no es exclusivo de los bancos, afecta por igual a la Administración que ha emprendido también el salto digital y aunque la posibilidad de suprimir los trámites presenciales facilita la vida a buena parte de la población, no todo el mundo puede beneficiarse.
Aprender a usar la tecnología resulta muy complicado para las personas adultas, que pertenecen a una época muy distinta en la que lejos de móviles, ordenadores o tabletas, ellos aprendieron a escribir con papel y lápiz (por cierto, aprender a escribir tampoco en su época fue privilegio de todos) y el teléfono tenía una rueda para marcar … De ahí a entenderse con un cajero automático, la firma digital, hablar con un contestador o incluso pagar con tarjeta, puede ser un problema.
Pero las personas mayores, como el resto de miembros de nuestra sociedad, son diversas y diferentes y gracias al aumento de la esperanza de vida y la mejora del estado físico y mental, cada vez más personas después de jubilarse tienen una buena disposición para aprender cosas nuevas, participar en actividades sociales e incluso muchas de ellas, empiezan una carrera universitaria, se inscriben en actividades de ocio, deporte, voluntariado, etc, quieren seguir formándose y estar al día, es decir, no mantenerse al margen de la sociedad en la que viven.
En cualquier circunstancia, acercar la tecnología a los mayores es muy beneficioso para todos, independientemente de sus condicionamientos y de sus habilidades. El uso de las nuevas tecnologías ayuda tanto a mantener una vida social activa, como a conservar la salud en buen estado, en especial la salud mental, además de que puede ser un medio de entretenimiento y de aprendizaje.
Más complicado sí, pero no imposible. El aprendizaje es cuestión de práctica y repetición. Aprender a manejar un ordenador, una Tablet, un Smartphone o Internet con soltura en la tercera edad es también cuestión de práctica, dando pequeños pasos, aprendiendo sobre temas que nos gusten o despierten interés.
Y si lo que se necesita es un motivo para encender el ordenador y adquirir el hábito de usarlo con cierta frecuencia, pensamos que gestionar servicios relacionados con las Administraciones, pedir cita con los especialistas médicos, hablar con familiares o amigos o mantenerse en contacto con los que están lejos, son motivos suficientes para acercarse a la tecnología, que debe contribuir a que todas las personas puedan disfrutar de una mayor autonomía y ser inclusiva para las personas mayores, contribuyendo a que este colectivo sea lo más independiente posible.