Pediatra. Centro de Salud García Lorca. Burgos.
Las osteocondrosis son un conjunto de enfermedades localizadas en los huesos en las que el principal síntoma es el dolor localizado en un punto del hueso sin relación con un traumatismo. Se denominan también osteocondritis o apofisitis. Es un problema frecuente en las consultas de pediatría que afecta principalmente a las articulaciones de extremidades inferiores (rodilla, tobillo y cadera) de niños mayores y adolescentes (9-16 años). Son una causa frecuente de lo que anteriormente se denominaban “dolores de crecimiento”. Son una entidad de características benignas por su evolución autolimitada y el pronóstico favorable. En ocasiones pueden generarse complicaciones asociadas a las osteocondrosis debido a formas intensas o a retrasos en su diagnóstico (fracturas, deformidades articulares, artrosis, etc).
¿Por qué se producen?
Las causas que originan las osteocondrosis son múltiples y generalmente desconocidas. Se producen por una disminución del flujo sanguíneo en algunas zonas de los huesos y los cartílagos de crecimiento. Las partes de los huesos más susceptibles de padecerlo son las fisis que son las zonas de crecimiento de los huesos. Debido a esto se genera una zona de mayor debilidad ósea. Si en estas zonas de debilidad ósea se producen microtraumatismos por presión o tracción de los tendones que se insertan ahí se generan pequeñas fracturas e inflamación de la zona. Cuanto más grande es el tendón que se inserta en el hueso o más potente el músculo que soporta ese tendón más frecuente es que se produzca la osteocondrosis. Por eso, las osteocondrosis más frecuentes son las asociadas al tendón rotuliano y el tendón de Aquiles, que son tendones gruesos y asociados a músculos potentes. La inflamación crónica de estas zonas más débiles de los huesos, en la zona de inserción de los tendones y la producida por microtraumatismos, es la que genera los síntomas asociados y la que condiciona la persistencia de los mismos en el tiempo. Todos aquellas circunstancias que condicionen una sobrecarga o estrés sobre una zona de un hueso puede favorecer la aparición de una osteocondrosis, por ello es importante modificarlas (sobrepeso u obesidad, pie plano o valgo, actividad física excesiva no reglada, etc).
¿Qué síntomas producen?
El principal síntoma de las osteocondrosis es el dolor. Este dolor suele aparecer al final o tras la realización de una actividad física de intensidad elevada. El dolor es intenso y suele asociar impotencia funcional variable (cojera, imposibilidad para flexionar una articulación, etc). El dolor suele ser localizado y fijo (se delimita a una zona concreta del hueso y no se irradia a otras zonas de la extremidad) y es frecuente que sea bilateral por afectación más o menos simétrica cuando la zona afectada se encuentra en las extremidades. Una característica importante de este dolor es que mejora con el reposo. Aunque pueda aparecer tras realizar la actividad física intensa, el reposo posterior por sí mismo disminuye la intensidad del dolor. El dolor aumenta con la palpación de la zona afectada. Es frecuente también que el dolor aumente por la noche en relación con los periodos de descanso. Esto es debido a que durante el sueño se pueden producir contracciones de los músculos que condicionen tracción sobre las zonas afectadas que den lugar a la reaparición del dolor. Se distingue del dolor de los clásicos “dolores de crecimiento” porque en estos casos lo suelen referir más en las masas musculares, no en las zonas de inserción de los tendones. En ocasiones puede asociar algún tipo de deformidad o tumoración asociada en la zona del dolor, esto se debe a que la inflamación crónica y las microfracturas producen “remodelación ósea” se forma nuevo tejido óseo alrededor de esas microfracturas que dan lugar a la formación de tumoraciones por sobrecrecimiento del hueso.
Hay ocasiones en las que la zona del hueso sometida a estrés o tras un esfuerzo o movimiento brusco se pueden producir verdaderas fracturas de los huesos. Se denominan avulsiones u osteocondritis disecantes. En estos casos tanto el dolor como la impotencia funcional aumentan de manera aguda.
¿Cómo se diagnostican?
Las osteocondrosis suelen ser manejadas en Atención Primaria. No requieren generalmente realización de pruebas complementarias. Es fundamental realizar una buena entrevista clínica. En ella trataremos de identificar bien el tipo de dolor, la localización del mismo, las condiciones en las que aparece o empeora, las circunstancias que lo mejoran, la respuesta a los medicamentos analgésicos o a las medidas antiinflamatorias habituales. Es importante preguntar también sobre la capacidad funcional de la extremidad o articulación afectada. Tras la entrevista clínica se ha de realizar una adecuada exploración física que permita evidenciar posibles deformidades o signos inflamatorios evidentes y la estabilidad o funcionalidad del hueso o la articulación (para ello se realizarán distintas maniobras exploratorias). Además es importante en el caso de afectación en extremidades inferiores medir las extremidades y evaluar la marcha para descubrir posibles angulaciones o malposiciones que puedan condicionar sobrecarga sobre algunos puntos óseos (genu valgo o varo, pie plano, dismetrías, etc). En casos concretos puede ser necesaria la realización de pruebas de imagen (radiografías o resonancias magnéticas) para valorar la intensidad de la lesión, realizar diagnóstico diferencial con otras patologías o valorar posibles complicaciones asociadas (fracturas, arrancamientos óseos, quistes, etc).
¿Cuál es el tratamiento?
El manejo de las osteocondrosis depende de la articulación afectada. En general el tratamiento consiste en descargar la articulación y en asociar medidas antiinflamatorias. Para descargar la articulación se pueden realizar inmovilizaciones con férulas o vendajes y caminar con muletas, mantener la extremidad afectada elevada sin apoyo, realizar reposo relativo evitando ejercicios físicos intensos, etc. Las medidas antiinflamatorias más utilizadas son la aplicación de frío local en la zona dolorosa y el uso de fármacos antiinflamatorios (ibuprofeno, naproxeno, dexketoprofeno, etc). En general no se recomienda el uso de pomadas antiinflamatorias. Si la afectación es intensa o se produce una lesión ósea importante a veces es necesario realizar una intervención quirúrgica para fijar la zona ósea afectada.
¿Qué puedo hacer yo en casa para mejorar?
Lo más importante es adaptar el ritmo de vida a las condiciones físicas de la articulación afectada. Hay que disminuir siempre la actividad física intensa dependiendo de la intensidad del dolor. Si el dolor lo permite hay que mantener la actividad física pero para ello hay que hacer una adaptación progresiva al ejercicio físico evitando en lo posible los cambios bruscos de intensidad. Por ello, es fundamental realizar un buen calentamiento previo a la actividad física estirando bien los músculos y los ligamentos de la articulación afectada y realizar un incremento progresivo de la intensidad del ejercicio. Tras la realización de la actividad habrá que volver a realizar los estiramientos y se puede aplicar frío local para disminuir la inflamación producida. Es importante utilizar un calzado cómodo y que impida sobrecargar la articulación afectada, para lo cual puede ser necesario el estudio por parte de un rehabilitador o podólogo de la pisada y el uso de plantillas correctoras.