Realizar una labor de voluntariado es, seguramente, una idea que muchos nos planteamos en algún momento de la vida y la verdad es que existen múltiples posibilidades de poder materializarla. Se puede optar por instituciones cercanas que realizan una gran labor o también existe la posibilidad de viajar a países lejanos, en los que, desgraciadamente, hay poblaciones viviendo con grandes necesidades que requieren una actuación urgente.
Un amigo, muy introducido en el mundo de la Cooperación me habló de una ONG que necesitaba médicos dispuestos a pasar dos meses en la selva amazónica de Bolivia, atendiendo a comunidades indígenas junto a un equipo de profesionales de la sanidad.
BOLIVIA
Bolivia, es un país que posee una de las rentas per cápita más bajas de Sudamérica ha sido llamado el “microcosmos del mundo” por su gran diversidad, desde el altiplano hasta la selva. La gran mayoría de su población es de descendencia indígena o mestiza y dentro del grupo indígena hay más de 30 etnias distintas, con idiomas diferentes, siendo las más conocidas los quechuas y los aimaras. Quizás para enfatizar esta diversidad se llama oficialmente, desde hace unos años, Estado Plurinacional de Bolivia.
La ONG que requería cooperantes se llama Solidaridad Médica Española y fue fundada en 2005 por el traumatólogo canario José Rivera, que participó en el año 2003 como cooperante en misión Fátima, un recóndito lugar en la selva boliviana a orillas del río Maniqui, atendido por unas monjas que prestaban asistencia sanitaria a los Tsiman, un grupo indígena que vivía aislado. Dos años más tarde, en 2005, José Rivera decidió dejar atrás una vida confortable y próspera en España para trasladarse a la selva boliviana y fundar la ONG Solidaridad Médica Española, que, desde entonces, desarrolla programas de asistencia sanitaria que han mejorado notablemente la calidad de vida de hombres, mujeres y niños indígenas.
Se realizan múltiples y diversas actividades, desde campañas preventivas en los diversos poblados, ofreciendo charlas de educación para la salud, higiene, métodos anticonceptivos, (implantes, EPO), prevención de dengue y leishmaniasis hasta cursos enfocados en la igualdad de género, para garantizar el empoderamiento de las mujeres, aunque siempre desde el respeto sociocultural, ya que tienen muy arraigadas sus tradiciones. También se realizan cursos de promotores de salud, formando a miembros de cada comunidad en atención básica, para potenciar su autonomía e implicación en su bienestar. Con esta participación directa intentan garantizar el desarrollo sostenible de estas comunidades.
Pero son las intervenciones directas a través de las Brigadas Sanitarias, formadas por equipos multidisciplinares (médicos, enfermeras, matronas, dentistas, bioquímicos) que recorren en piragua durante un mes los ríos Maniqui, Securé e Ichoa, con una periodicidad de tres veces al año atendiendo las necesidades de la población allí asentada las que me parecieron más atractivas para incorporarme.
También se promueven campañas de cirugía para intervenir las patologías quirúrgicas que se detectan (cataratas, hernias...). Estas campañas se realizan cada dos años en San Ignacio de Moxos.
Con dudas, con ilusión, con miedo a lo desconocido, con ganas de poner mi conocimiento y experiencia al servicio de una buena causa, decidí hacerme cooperante de Solidaridad Médica Española, formando parte de una brigada sanitaria que recorrería ríos de la selva amazónica durante un mes para atender a grupos indígenas de los que desconocía casi todo.
DESARROLLO DEL VIAJE
En el aeropuerto de Barajas me reuní con Mariona (matrona), Leire, (enfermera) y con Iñigo, (encargado de logística), para realizar juntos el viaje que nos convertiría en miembros de la próxima brigada sanitaria en la selva amazónica. Aterrizamos en la ciudad de Santa Cruz y tras dos vuelos internos, y un largo trayecto en furgoneta cruzando numerosos ríos con ayuda de barcazas improvisadas, llegamos a San Ignacio de Moxos, pueblo de 10.000 habitantes, donde la ONG Solidaridad Médica Española tiene su sede.
En este lugar estuvimos varios días organizando un complejo viaje en el que, durante un mes, teníamos que vivir los 18 miembros que integrábamos la brigada y atender a 17 comunidades diferentes. Era muy importante revisar y preparar la medicación, comprobar el material sanitario en el que iban incluidos 2 sillones de dentista, conseguir 2 generadores eléctricos, comprar los alimentos necesarios para un mes (por ejemplo recuerdo los 70 kg arroz y 40 azúcar), tiendas de campaña individuales, sacos de dormir y, por supuesto bidones de gasolina para que las canoas pudieran llevarnos a nuestro destino.
Cargamos un camión que, tras varias horas de trayecto, llegó a la orilla de un inmenso río, el Maniqui, en el que nos esperaban 2 espectaculares canoas de 12 metros de largo y de un color azul muy llamativo. La tarea de distribuir entre las 2 canoas el peso del material que llevábamos fue bastante complicada, ya que había que equilibrarlo de una manera muy precisa para no provocar su vuelco. También los 9 pasajeros que íbamos en cada canoa, encima del material cargado, tuvimos que colocarnos estratégicamente para garantizar la seguridad del trayecto.
Fueron 4 largos días navegando río arriba, parando tan solo para hacer una improvisada comida y, cuando caía la noche, para dormir en las tiendas que colocábamos en la orilla hasta llegar a Cuchisama, la primera comunidad que atendimos y, desde ahí,fuimos parando en 17 poblados que se encontraban bajando el río, atendiendo a algunas comunidades con escasa población (unas 20 personas) en las que estábamos medio día y otras de más de 100 personas, en las que nos quedábamos entre 2 y 3 días.
Lo primera labor al llegar a un destino era descargar el extenso material de las canoas: comida, medicación, sillones de dentista, generadores, etc. y transportarlo al lugar en el que se encontraba la comunidad a atender, que se encontraba normalmente a bastante distancia del río. Nuestra primera interacción con los miembros de las comunidades era la cadena humana que formábamos para realizar esta labor.
Con todo el material ya descargado, tocaba organizar los diferentes espacios de actuación. Las matronas, que realizaban planificación familiar y consulta prenatal siempre se instalaban en la Posta, la cabaña principal del poblado y la farmacia ocupaba otra de las cabañas. Los odontólogos trabajaban aire libre y el laboratorio y consultas médicas ocupábamos espacios improvisados, según las características del poblado.
Una vez organizados, los integrantes de la brigada nos presentábamos a los habitantes de cada comunidad, ofreciéndoles los diferentes servicios. Podían optar, de manera voluntaria, por hacerse un análisis de heces para detectar enfermedades parasitarias, pero todos los niños de la comunidad tenían que ser tallados y pesados para descartar desnutrición infantil.
La jornada de trabajo dependía del número de habitantes de cada comunidad, porque todos solían requerir atención, y en muchas ocasiones terminaba al anochecer.
RUTINA DIARIA DE LOS BRIGADISTAS
Las condiciones en las que vivimos durante el mes de atención médica fueron duras y muy diferentes a las que estamos acostumbrados, al menos los cooperantes españoles. En turnos hacíamos fuego para preparar las repetitivas comidas que solían consistir en platos basados en arroz o pasta, a la que se añadía charke, una carne seca muy dura. Dormíamos sobre una esterilla en tiendas de campaña individuales y nunca nos abandonaron el calor sofocante, la ocasional lluvia torrencial y los mosquitos.
Sin embargo, estas duras condiciones no me afectaron tanto como el hecho de no poder comunicarme de manera adecuada con las personas que atendía. A pesar de contar con un traductor, la personalidad indígena es introvertida, poco comunicativa y sentía que había muchas cosas que quedaban sin resolver y que hubieran sido muy útiles para un mejor diagnóstico y tratamiento.
VALORACIÓN DE LA EXPERIENCIA
“Estoy pasándolo mal, pero me encuentro muy bien” ha sido la frase que he repetido y mejor define la experiencia vivida.
Las condiciones y la adaptación a un entorno nuevo han supuesto un gran desafío y esfuerzo en muchos momentos, pero comprobar que mis acciones, por pequeñas que fueran, tenían un impacto positivo en la vida de otros seres humanos, desarrollar empatía ante la extrema miseria y aislamiento de las personas a las que he asistido y conectar con un equipo multidisciplinar de excelentes profesionales bolivianos, que me han dado ejemplo de entregarse en cuerpo y alma a mejorar las condiciones de vida de quienes más lo necesitan ha convertido esta experiencia en una de las más significativas de mi vida.
He tomado conciencia de la realidad de pobreza, injusticia y marginación en la que viven muchos seres humanos y de lo importante que es comprobar de primera mano que, aunque es imposible terminar con los problemas del mundo, es posible hacer algo concreto que signifique una mejora sustancial para algunas personas.
El pueblo Tsiman, sin la ayuda de Solidaridad Médica, estaría abandonado a su suerte o, tal vez, no estaría tan siquiera. La mortalidad entre los niños Tsimanes, ha disminuido significativamente y también ha mejorado la calidad de vida de los adultos. Como muchas otras ONGs, Solidaridad Médica aporta ayuda que cambia realidades y alivia el sufrimiento de personas que tienen nombres, caras y una historia que rige la vida de todos: el deseo de crecer sanos, tener oportunidades y ser felices.
No debemos dar la espalda a este hecho, en ONGs cercanas a nosotros o más lejanas, la aportación que podemos hacer cada uno es más importante de lo que parece para otras personas y, además, nos puede ayudar a disolver nuestras quejas y miedos, apreciar y agradecer lo que tenemos y sentir una inmensa alegría por poder compartirlo.
Las personas interesadas en colaborar pueden enviar CV a cooperantesm@gmail.com
Más información en: www.solidaridadmedica.org